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cordaba un suceso mas o ménos desfigurado por el sobrenaturalismo, i bajo la capa de cada dios, se encubria un hombre mas o ménos ilustre de los pasados tiempos. Los mitólogos debian reducir sus estudios a estraer una historia de cada fábula, i un personaje histórico de cada personaje mítico.

El pensador que aplicó mas estensamente i con mayor valentía el nuevo sistema de interpretacion fué Evhemerus, de Mesenia, contemporáneo de Alejandro el Grande i de Cassandra, de Macedonia. Si hemos de atenernos a los pocos fragmentos que de él se conservan i a los comentarios ora favorables ora adversos que su doctrina provocó, Evhemerus en su Historia Sacra representó a los dioses i a los semidioses como hombres superiores que despues de su muerte habian sido divini. zados en premio de sus méritos i en recompensa de sus servicios. Para el evhemerismo, la serpiente Python fué un antiguo i cruel tirano de Grecia; la Chimera fué un pirata licio llamado Chimarros; Hércules, un jefe fenicio que fundó colonias en España, en las Galias i en Italia; Júpiter, un antiguo rei de Creta; Atlas, un grande astrónomo que por haber construido una reduccion del globo terrestre, se pinta como un jigante que lleva la tierra sobre sus hombros, etc., etc. (b g).

(bg) DIODORO DE SICILIA, Bibliothèque Historique, liv. VI. MAX MÜLLER, Nouvelles leçons sur la Science du Langage, t. II, neu. vième leçon, pag. 128 et suivants.

GROTE, Histoire de Grècc. t. II, pag. 136 à 139.

Bréal observa que algunos mitólogos modernos, convencidos de la verdad de los mitos, han tratado de conciliarlos con la leyenda bíblica, i descubriendo pueriles analojías, han enseñado que Tiphon es el mis

Tal fué el evhemerismo. Reaccion de la razon humana contra la credulidad vulgar i ariete formidable dirijido sin que su autor se lo propusiera contra el Olimpo, contra los dioses i contra el sobrenaturalismo, la nueva doctrina no fué popular porque propendia a disipar ilusiones, cuales son las relijiosas, que tienen sus raices en el corazon i en la conciencia de las muchedumbres. Juzgando a Evhemerus por la tendencia de su doctrina mas bien que por su misma doctrina, los contemporáneos le acusaron de ateismo; i como no podia convertir los relatos míticos en relatos históricos sino recurriendo en ocasiones a risibles conjeturas, Strabon declaró que el nombre de Evhemerus era sinómino de mentira.

Empero, las hostilidades de la ortodojia escandalizada no lograron impedir la aceptacion de la nueva doctrina. Manifestacion de aquella tendencia que en los pueblos cultos se desarrolla a buscar la esplicacion natural i po sitiva de todas las cosas, el evhemerismo fué aceptado con mas o menos reservas por la cuasi totalidad de los cronistas posteriores. Aun aquellos que lo impugnaban en abstracto por su tendencia atea, no hacian mas que adoptarlo como guia cuando se echaban a buscar una base histórica en cada mito i cuando suprimian en los

mo rei Tog mencionado en el Deuteronomio, último de los jigantes; que Saturno es nada menos que Noé en persona; que sus tres hijos Júpiter, Neptuno i Pluton divinizados por los paganos son Sem, Cham i Japhet; i que Hércules fué un jefe fenicio que fundó colonias en España, en la Galia i en Italia. Un autor ha fijado la fecha del advenimiento de Júpiter i la duracion de su reinado, i otro da la lista completa de todos los dioses presentándolos como antiguos reyes griegos. BRÉAL, Mélanges de Mythologie, pag. 21 a 23 et 137.

relatos míticos lo sobrenatural, lo absurdo i lo contradictorio para darles verosimilitud (b h).

Strabon habla de Ephoro, historiador que se alzaba contra aquellos que en la historia conservaban el amor a lo maravilloso i que protestaba de su respeto a la verdad. Entre tanto, este escritor a quien Polibio alababa por su exactitud, lo único que hizo al narrar los sucesos recordados por las antiguas tradiciones fué despojarlos de su carácter maravilloso. Donde ellas hacian intervenir a la diosa Themis, él hacia obrar a una mujer del mismo nombre; en vez de una serpiente puso a un hombre, i de Apolo hizo un simple mortal. Una vez que convirtió los dioses en hombres i en sucesos naturales los prodijios, aceptó todas las fábulas tradicionales como historia positiva (b i).

El evhemerismo pareció haber recibido la sancion definitiva de la posteridad durante las luchas relijiosas de los primeros siglos de nuestra Era. Empeñados en negar la existencia de las divinidades paganas, los padres apolojéticos ensalzaron a Evhemerus hasta las nubes para citarle como autoridad irrecusable cuando se proponian probar que los dioses adorados por los jentiles habian sido hombres de carne i hueso que antiguamente habian vivido en la tierra (bj).

Educados en este criterio, muchos de los cronistas

(bh) DIODORO DE SICILIA, Bibliothèque Historique, liv. IV, chap. VII.

MARQUARDT, Le Culte chez les Romains, pag. 70 et 71.

(bi) STRABON, Géographie, t. II, liv. IX, chap. III, § 11 et 12. (bj) SAN AGUSTIN, La Cité de Dieu, t. I, liv. VI, chap. VII, et t, III liv. XVIII, chap. VIII et XIV.

católicos que desde los principios de la Edad Moderna han escrito historias jenerales que empiezan en la crea cion del mundo, no han tenido escrúpulos en utilizar los personajes mitolójicos para llenar los siglos prehistóricos. Por ejemplo, así es como procede Mariana. Por cierto, el historiador español no cree en la divinidad de los héroes paganos, pero cree en todas las hazañas i patrañas que las tradiciones jentiles les atribuian; i así habla de Hércules como de un valeroso i aventurero capitan de los tiempos lejendarios, refiere el viaje de este fantástico personaje a España i recuerda un singular combate en que venció a tres hermanos que la oprimian. "Despues desta victoria (dice) hizo echar en el mar (de Cádiz) grandes piedras i materiales con que levantó de la una parte i de la otra dos montes; de los cuales el de la parte de España se llama Calpe, i el otro que está en Africa, Abyla: estos montes se dijeron las Columnas de Hércules!" (b k).

El siglo XVIII fué un siglo de grande auje para el evhemerismo. A consecuencia del vigoroso estímulo que la filosofía racionalista dió entónces al escepticismo histórico, los grandes investigadores sintieron la necesidad de renovar la historia primitiva de los pueblos, i para quitarle la inverosimilitud, redujeron a los antiguos dioses a la modesta condicion de personajes humanos. Lenglet du Fresnoy observaba con mucha razon que la jenealojía de los dioses probaba por sí sola que ellos fueron hombres, hombres que nacieron, crecieron, vivieron i murieron como los demas; i en conformidad con esta

(bk) MARIANA, Historia de España, t. I. lib. I, cap. VIII, páj. 32.

doctrina, habló de Saturno, de Urano, de Júpiter, etc., como quien habla de los jefes i fundadores de un pueblo (b).

A pesar de su antiguo predominio, en nuestros dias, el evhemerismo mas bien ha sido debilitado que no afianzado por las investigaciones históricas. Sin negar que en algunos mitos haya base histórica, ellas han demostrado que no se consigue determinarla con solo despojar de lo sobrenatural a los sucesos i de la divinidad a los dioses. No todos los dioses han sido hombres. No todos los mitos son de orijen histórico.

§ 16. La escuela filolójica i la escuela etnográfica.— Carácter comun de las escuelas antiguas fué su tendencia a estudiar los mitos, para esplicarlos, en el estado de pleno desarrollo. Formados los mas en siglos ya remotos, las escuelas los tomaban tales cuales ellos llegaban a sus manos porque no conocian procedimientos investigatorios para averiguar su formacion orijinaria i sus posteriores trasformaciones. En semejantes condiciones, lo único que podian hacer es lo que efectivamente hicieron: proponer sistemas de interpretacion que a causa de su naturaleza esencialmente imajinaria, fallaban ante cualquiera oscuridad o contradiccion.

Tomando por primera vez el camino indicado por la lójica aristotélica, los mitólogos contemporáneos, se han propuesto estudiar los mitos desde sus oríjenes, a fin de ponerse en grado de averiguar sus causas, sus trasformaciones, sus alteraciones, i el primitivo sentido de

(b) LENGLET DU FRESNOY, Supplément de la Méthode pour étudier Histoire, Xe discours, pag. 128.

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