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más sencilla flor de los campos, no es poesía; porque en realidad, le quitará su mayor atractivo, el sentimiento y la imaginacion.

Así es fácil de explicar, dice Mr. Laprade, la falta de poesia en el budismo: el cielo y la tierra están desiertos; nada hay más divino que el hombre; ningun sér hay superior, sino aquel ídolo vivo é invisible para sus mismos adoradores, mal definido é interpretado.

El budismo es de todas las religiones la más despojada de ornamentos poéticos, propia de un mundo aparte. Alejados los Chinos de toda comunicacion y relacion con el resto del mundo por tanto tiempo, su poesía se resiente siempre del excepticismo más completo.

Los Persas tambien consignaron en un libro renombrado y de espíritu religioso, el Zend Avesta, el estado intelectual á que habian alcanzado.

El Zend Avesta es un gran lienzo que refleja un grado intelectual bastante adelantado entre los Persas, y que tiene alguna resemblanza con los libros Hebráicos, hallando su fuente de inspiracion en la divinidad, en la evocacion de los séres sobrenaturales y en el empleo simbólico de los hechos y de las imágenes, literariamente considerado; tanto es que se ha creido no auténtico y que no contase los años que tiene—suponiéndolo obra de algun impostor.

De cualquier manera que sea, la doctrina y fundamento de ese libro están basados en principios de moral, en la existencia del bien y del mal, y en las recompensas y los castigos en la otra vida.

Dejando esto que no es de nuestro objetosolo debemos considerar la parte poética que el Zend Avesta nos presenta: y podemos consignar que, á este respecto, la fuente en que se ha inspirado el autor de ese poema es la naturaleza; y que se armoniza más que todos los demás con la moderna literatura, siendo más adelantado en las relaciones entre el hombre y el autor de todo lo creado.

Los Vedas tambien, inspirándose en la naturaleza, abrazaron en sus poesías,-maravillosas bajo cierto aspecto sin duda alguna-no encarándolas bajo el punto de vista del arte, sino por la aglomeracion y concentracion sintética y universal que dominan en ellas-todo lo que podia ofrecer el magnífico espectáculo de la Creacion. Sus colosales epopeyas-el Mahabharata y el Ramayana, son una verdadera prueba de esto mismo.

Ellas encierran cuadros, muchos de ellos de verdadero y notable mérito, en las descripciones y aún en la parte de imaginacion que les presta el génio de la India; aunque en la for

ma sean completamente infantiles, no guardando ningun órden, faltando la correlacion y aún introduciendo los más extraños y singulares accesorios, que hacen un inexplicable caos verdadero, de tantos contrastes y de tan extravagantes creaciones.

Y, sin embargo, en medio de ese caos, vemos y no podemos dejar de admirar aquel vastísimo campo en que se desarrolla el génio Indo; los maravillosos aunque deformes espectáculos que nos presentan esos poemas; aquellas inmensas descripciones en que juega el primer rol la naturaleza y la religion de los Brahmas; los sangrientos combates á que se libran sus héroes y sus dioses; verdaderas monstruosas concepciones en que los séres inferiores al hombre se personifican y toman parte activa en la narracion; en que los reptiles

las fieras forman un lazo decisivo en todas las acciones; los bosques, las montañas, las llanuras y aún las tempestades, mezclados á la voz de los sacerdotes y á las oraciones fervientes, á los génios ya adversos ó protectores de los Brahmas; constituyen el más acabado cuadro de la naturaleza primitiva en todo su desarrollo.

Verdaderamente á la India debe considerarse como una especie de Eden anterior al movi

miento del buen gusto literario pero cuánto no han valido sus epopeyas para el adelanto creciente del arte?

¿Cuántos puntos de semejanza y aún analogía no existe en esas informes creaciones, con los sublimes rasgos del génio helénico?

Y sin embargo, ¡cuán distantes están de parecerse y qué diferencias bajo todos conceptos!

Los dioses de la epopeya india vendrán á ser más tarde aquellos de la Grecia, dice M. Lapradė; ¿pero despues de cuantas metamórfosis? Antes de revestir la forma humana que les dieron Homero y Fidias, -entre el Himalaya y el Olimpo, los dioses del panteismo fueron reducidos de talla y se les despojó de todos esos extraños y terribles accesorios qne hacian de sus figuras un espantoso conjunto de la humanidad y monstruos verdaderos de la naturaleza primitiva.

Valmiki, el Agamenon de las epopeyas de la India- Rama, el Aquiles de ellas, y el pueblo de Lantra, la Troya de esa inmensa Iliada, patentizan esa misma opinion.

Los libros Hebráicos constituyen tambien una completa correspondencia entre la ciencia religiosa y la poesía; pero inmensamente más avanzada que las demás obras del espíritu como revelacion divina, extraordinariamente cam

biada en su forma: aquellas puramente materializadas en su esencia, la otra espiritualizada de tal manera, que no hay punto alguno de contacto entre esas inmensas obras, considerándolas bajo el punto de vista literario, ya que no es posible de manera alguna hallar analogía con respecto á su principio y á su orígen. Los dioses de los demas poemas participan todos de la materia.

Jehová, en los libros bíblicos, es un sér invisible é impalpable, dueño de todas las cosas y creador del mundo: cuando el mundo, dice Edgard Quinet, no ofreciese ningun abrigo á Jehová, podría él rehacerlo, destruirlo si lo quisiera en un instante.

Los vientos no son su soplo, son sus enviados; las estrellas no son sus miradas, son sí sus esclavas; el mundo no es su imágen, no es su eco, no es su luz, no es su palabra, ¿quién es entónces?

<«<Nada hay superior á él. »

Los Hebreos no han producido más que un libro: la Biblia.

¿Pero cuán grande no es lo que encierra ese hermoso talisman, en que se encuentran las relaciones más sencillas y naturales, mezcladas á todos los sacrificios y á todos los consuelos del corazon humano, literariamente interpretado?

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