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clavitud y de la muerte era interrumpido por ese gran movimiento americano que en los países tropicales, donde el hombre parece rendido y esclavizado á la naturaleza, promulgaba las libertades fundamentales con la misma fe, con la misma energía que los Anglo-sajones, en sus frios países; muestra evidente de la unidad del espiritu revolucionario, de la universalidad del derecho. No atribuyamos la independencia de América al odio y solo al odio contra los Españoles. Ciegos habrian de ser los Americanos si no recordaran que nuestros navegantes les despertaron á la vida; que nuestros soldados destruyeron aquellos imperios donde se reunian los abusos y refinamientos del despotismo con la barbarie de las tribus salvajes; que nuestros sacerdotes llenaron aquellas selvas donde humeaban los sacrificios cruentos con las palabras divinas del Evangelio; que nuestros arquitectos levantaron y hermosearon sus ciudades; que el genio de nuestros poetas se infiltró en su genio y la sangre de nuestras venas en su sangre; y que en cincuenta años de descubrimientos fabulosos y de fabulosas conquistas les donamos una civilizacion que nos habia costado veinte siglos de martirios.

Nadie puede negar que nosotros habíamos hecho por nuestras colonias cuanto cabia hacer dentro del espíritu reinante en la Península. Las habíamos unido solo nominalmente á España, dejándoles bajo la mano de los vireyes una libertad de accion que jamás gozaron las provincias españolas. Habíarnos escrito aquel código de In

dias cuyas sábias y justas leyes, si al espíritu del tiempo se atiende, han sido la admiracion de propios y extraños. Habíamos fundado un consejo en el cual se sentaban hombres de ánimo recto, de corazon imparcial y generoso. En las audiencias los magistrados españoles, segun confesion de los mismos Americanos, se distinguian por su rectitud y su justicia. La esclavitud existia, es verdad, pero nunca fué tan dura como la esclavitud entre los Anglo-sajones. Bolívar confesaba que la tiranía política de España no llegó á tanto extremo que diera motivo y ocasion á protestas violentas y revolucionarias. Alejandro de Humboldt en su viaje de principios del siglo notaba la profunda paz reinante en aquella sociedad, paz que contrastaba con la actividad guerrera de su fecunda naturaleza. Es suficiente decir que en la inmensa línea que se extiende desde Buenos-Aires hasta Lima y Quito, bastaban dos mil hombres para mantener, en su benévola obediencia, nuestras innumerables colonias.

Los Indios eran en la legislacion española tratados como niños que necesitan la autoridad de sus padres. Exceptuábalos nuestra legislacion de la alcabala, del diezmo, del derecho de patente, y solo establecia sobre ellos una pequeña capitacion; dejábales su administracion propia bajo sus caciques; prohibia á la raza blanca permanecer entre ellos para preservarles de su astucia y evitar que cayeran esclavos de su incontestable superioridad. Permitíales mezclar, si no por ley, por costumbre, á la misa sus antiguas ceremonias, á las procesiones

sus pintorescas fiestas, al severo entierro católico sus tradiciones de otra vida material, y la inquisicion que perseguia el pensamiento elevado y sublime de Cazalla, que abrasaba las traducciones de Santa Teresa, que detenia la mano del Broscense, que encarcelaba á Fray Luis de Leon, parábase complaciente en presencia de la herejía de la ignorancia; y dejaba al Indio mezclar sus antiguas ideas, sus creencias antiguas, los recuerdos recogidos en sus selvas, con la ortodoxia pura del catolicismo. Nosotros no negarémos que en los primeros tiempos de la conquista los indígenas fueron maltratados, vendidos y comprados, uncidos al carro del vencedor como bestias, encerrados en las entrañas de la tierra para que buscaran el oro y arrojados á los ríos, para que pescaran las perlas; y en el siglo décimosétimo oprimidos en su conciencia, en su espíritu, por una teocracia imperiosa; pero cuando llegó la época de la emancipacion, la raza blanca se habia reunido en las grandes ciudades, los puertos en gran parte se habian abierto al comercio, las misiones jesuíticas habian sido sustituidas por establecimientos científicos, el ejercicio de las armas tan necesario para conquistar la libertad les habia sido ya permitido al ménos á los blancos; y España misma habia auxiliado á la emancipacion de los Estados Unidos.

La emancipacion fué un hecho necesario. Sentíase el movimiento que separaba las colonias de su metrópoli; sentíase bajo el silencio del despotismo.

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Aranda habia aconsejado ya á Cárlos III que emancipara toda América, ménos las islas; que fundara allí grandes imperios, con los ojos puestos en la república naciente, en la república á quien España habia auxiliado en sus primeros años, cuyo poder se convertiria pronto en gigantesco, cuyo ejemplo seria un luminar para toda América, y cuya vecindad un incentivo de emancipacion á nuestras mismas colonias. El gran político veia como una fatalidad inevitable el hecho de la independencia de América. Y de esto se descubrian por todas partes innumerables pruebas; destellos del gran volcan que llevaba en sus entrañas el Nuevo Mundo. En 1770 el cacique de Jungasuça, descendiente de los condes de Oropesa, por la línea materna, se levanta en armas contra España. En 1781, las explosiones revolu cionarias estallaban en el suelo mismo de ciudades como Santa Fe de Bogotá. Y el Brasil trataba tambien en 1789, al mismo tiempo que la tribuna francesa decia al mundo que el hombre es libre, trataba tambien de sacudir el yugo portugués. De suerte que hay un hechoinevitable, un hecho sobre el cual deben girar todas las relaciones de España con América, hecho nacido del fondo mismo del espíritu humano, producto natural de las eternas leyes de la historia y de la vida, conseguido por mil victorias, consagrado por cien constituciones, códigos sacratísimos del pueblo; y es el hecho de la independencia de América, característico de todo nuestro siglo.

Hay otro hecho que no podemos, que no debemos olvidar nunca América es un país en su esencia democrático, y en su forma republicano. Vino á la historia en aquellos tiempos en que el mundo salia de las sombras de la Edad Media para entrar en la edad victoriosa del Renacimiento. La brújula habia fijado el punto de mira á los navegantes, señalándoles algo inmóvil, y eterno como Dios, en la movilidad y vaguedad infinitas del turbulento Océano. La pólvora habia sido un rayo, con el cual podia el pueblo llegar á la cima de los castillos y abrasar las potentes alas del águila feudal, Por los libros de Copérnico la tierra dejaba de ser plana como la piedra inmóvil de un sepulcro, para pasar á ser una esfera bruñida por la luz, concertando sus armoniosos movimientos y sus parábolas con todo el Universo. Los horizontes de la vida se agrandaban hasta lo infinito con los descubrimientos de la astronomía; y los trabajos del genio se vinculaban hasta en la eternidad con el descubrimiento de la Imprenta. Los nominalistas y los realistas se habian desvanecido como una procesion de fantasmas para abrir paso á la observacion y á la experiencia que reconquistaban el mundo real, y devolvian su santa maternidad á la naturaleza. Sobre estas maravillas de la vida y de la ciencia tendia sus guirnaldas de mirtos y de laureles el arte. La música tomaha el vuelo hacia lo infinito en los hosannas de Palestina; las monstruosas esculturas de la Edad Media que pare

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