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IX.

González está en la fuerza de la edad, y como nunca deja de mano los libros, como sigue con solícita diligencia el desarrollo de las ideas y las conquistas que hace el espíritu humano en todos los ramos de las ciencias, está llamado aun á prestar grandes servicios á la causa de la civilizacion en los pueblos del Nuevo-Mundo.

Rico de luces y de experiencia, con un espíritu elevado y un alma que ha llegado á las regiones serenas de la observacion científica y de la meditacion provechosa, despues de haber atravesado los borrascosos mares de la política militante y de las ardientes polémicas de los partidos, el Sr. González puede dejar tras de sí huellas luminosas á la juventud americana. Ya lo ha dicho el poeta Lucrecio: Et quasi cursores, vitai lampada tradunt.

1863.

Este estudio biográfico dió márgen á la siguiente carta del Sr. González y á una réplica del autor.

Valparaiso, 1o de setiembre de 1863 (1).

Señor Don J. M. Tórres Caicedo :

Ha tenido usted la bondad de escribir y publicar mi biografía en el Correo de Ultramar.

¿ Vale mi humilde persona la pena de que se haya llamado sobre ella la atencion pública ?

Usted ha creido que sí; es una prueba de aprecio que agradezco. Es para mí una buena fortuna el que una pluma como la de usted me haya hecho el honor de darme un lugar en la galería biográfica americana que, con aplauso de la prensa europea, está usted formando.

(1) Despues de haber expresado francamente nuestras ideas en el artículo que publicámos acerca de la vida y de las obras del eminente americano Sr. Don Florentino González, justo es que hoy le cedamos la palabra.

El Sr. González es de aquellos escritores que, por su inteligencia é ilustracion, deben ser atendidos, leidos y meditados, pues habitando las altas regiones de la idea, sus producciones entrañan siempre alta enseñanza.

Pero tambien nos será permitido replicar á la importante carta con que nos honra el Sr. González, pues no participamos de sus ideas en cuanto se refieren á estas grandes cuestiones: DEMmoCRACIA, IGUALDAD, Oligarquía y Razas.

Usted ha emitido su juicio sobre los actos de mi vida como biógrafo concienzudo, con criterio imparcial é ilustrado. No apelo del fallo que usted ha pronunciado.

Nadie es buen juez de sus propias acciones. Toca á otros el apreciarlas.

Es preciso ser muy presuntuoso para pretender imponer á otros la opinion favorable que tenemos de nosotros mis

mos.

Pero, aceptando la competencia de otros para juzgarnos, no por esto caduca nuestro derecho para explicar aquellos hechos que, por no aparecer con bastante claridad ante los ojos del juez, hayan dado lugar á apreciaciones erró

neas.

De este derecho voy á usar, mas por ínterés de la verdad, que por mejorar la posicion en que usted me ha colocado. Lo haré con la sinceridad y franqueza que usted se ha complacido en reconocer como distintivos de mi carácter.

Hay entre sus apreciaciones algunas que pudieran hacer presumir que mi fe en la libertad ha sufrido mengua. No puedo conformarme con que sobre este punto haya dudas.

Mi fe en la libertad es incontrastable; ella me tendrá siempre en las filas de sus verdaderos defensores, de los que la defiendan como uno de los medios imprescindibles de proporcionar á una sociedad política el mas alto grado de civilizacion.

Quiero prensa libre, religion libre, industria y comercio libres; quiero todas las libertades necesarias para que las facultades físicas y morales de cada individuo se desarrollen y puedan aplicarse fructuosamente á promover el progreso de las ciencias y las artes, á estrechar los vínculos de fraternidad entre los hombres, á proporcionar á

cada uno la mayor suma posible de bienestar, y alcanzar ese estado de perfeccion social que se llama civilizacion ; palabra que expresa el objeto de todas las aspiraciones legítimas de los hombres iluminados por la revelacion cristiana.

No veo la libertad como un fin, la veo como un medio necesario, indispensable en una sociedad cristiana, para que ella pueda conseguir el fin, que es la posesion del conjunto de bienes que expresa la palabra civilizacion.

La libertad por sí no es buena ni mala. Es una facultad del hombre de cuyo uso puede resultar el bien ó el mal, segun la aplicacion que se haga de ella.

Si se quiere que esta aplicacion sea provechosa, es preciso que sean determinados los límites dentro de los cuales puede la libertad ejercer su accion, de manera que no pueda tomar una mala direccion.

En esto estamos todos de acuerdo; prueba de ello es que aun los mas exagerados amigos de la libertad convienen en que es necesario que en toda sociedad haya leyes, y leyes son límites puestos á la libertad.

La dificultad grande es la de determinar estos límites. Hoc opus, hic labor.

Una larga experiencia y el estudio de la historia y de la etnografía de los diferentes pueblos de la tierra, me han hecho llegar á las siguientes conclusiones :

1a Que la extension de la libertad tiene que ser en cada sociedad relativa á la aptitud de los individuos que la componen para usar de ella en beneficio de la civilizacion;

2a Que la aptitud de los individuos para hacer este uso, es mayor ó menor segun la raza á que pertenezcan;

3a Que en sociedades compuestas de hombres de diversas razas, deben exigirse, para el uso mas extenso de la li

bertad, ciertas condiciones que indiquen en los individuos instintos y tendencias favorables à la civilizacion.

La lógica inflexible de los hechos me ha conducido á estas conclusiones.

La misma libertad concedida á todos los individuos sin consideracion á sus aptitudes, no ha dado por resultado sino desgracias. Los ineptos han abusado de ella, y han impedido á los aptos que la empleen en promover el bienestar social. De aquí resulta la verdad de la primera conclusion.

La segunda está demostrada no solo par la historia del pasado, sino por lo que actualmente sucede en el mundo. En contra de lo que tiene probado la experiencia, nadie podrá sostener que los individuos de todas las razas tengan los mismos instintos y las mismas tendencias favorables á la civilizacion, ni que sean, por consiguiente, igualmente aptos para emplear la libertad en promoverla.

La tercera es un corolario de la segunda. Admitida la diferencia de aptitudes de las razas para hacer buen uso de la libertad, es necesario fijar las condiciones que en la raza mas apta indican siempre su tendencia civilizadora como requisitos que debe poseer el individuo para ejercer la libertad.

Admitidos estos principios, era menester que mis ideas fuesen lo que han venido á ser de algun tiempo á esta parte. Habiendo dejado de creer en la igualdad, porque los hechos me demuestran que ella es una quimera, no podia seguir creyendo que todos eran de la misma manera aptos para el buen uso de la libertad.

Usted puede ahora comprender por qué opino que es absurdo basar una constitucion política sobre lo que se llama el principio de la soberanía del pueblo, es decir, la supremacia de la voluntad del mayor número sobre la del me

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