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DON HERACLIO C. FAJARDO.

Nuestra pluma ha trazado ya la semblanza de mas de un Americano á la vez poeta, publicista, historiador y filósofo. Hoy vamos á hablar de un escritor que si ha roto mas de una lanza en la arena periodística, lo que marca su fisonomía particular es su vocacion poética y su constante culto por las humanidades.

En uno de nuestros esbozos biográficos publicado en 1855, hicimos una disertacion acerca de la mision del poeta ; hoy trascribiremos lo que mas tarde ha escrito sobre el mismo tema una de las plumas mas enérgicas y brillantes de la Francia, una inteligencia siempre clara y luminosa : M. Pelletan se expresa así:

« Con frecuencia se pregunta para qué sirve la poesía. ¡Vive Dios! sirve para dulcificar el corazon, para enternecerlo, para perfumarlo con el ambiente de la caridad, por medio del sufrimiento, de la miseria. Por donde quiera que Orfeo ha olvidado pasar, el hombre es cruel y los códigos son feroces. La tragedia sola, al despertar á cada instante en la muchedumbre la irresistible protesta de lo patético contra la sangre derramada, ha hecho mas por humanizar al hombre y dulcificar la legislacion, que la mas brillante página de polémica ó de filosofía. Esto fué lo que no comprendieron ni Juan-Jacobo Rousseau ni Bossuet. Si en el siglo XVII se hubiera podido representar á Coligny espirante,

Luis XIV no se habria atrevido á firmar la revocacion del Edicto de Nantes, temeroso de encontrar frente á frente el espectro de la tragedia. Cuando la muchedumbre, olvidadiza é indiferente por naturaleza, ha pasado una hora bajo una araña, delante de un escenario, viendo á Polieucto correr al suplicio, al rey Lear errando, la cabeza al viento sobre el pecho; cuando ha sentido que el poeta le ha tocado la fibra sagrada del sentimiento, por medio de la lengua sagrada de la poesía; cuando ha gemido, llorado, saboreado por todos los poros y todos los sentidos á la vez la agonía de todos los muertos ilustres, en seguida se levanta de sus bancos en mejor disposicion de espíritu con respecto á la humanidad. Homo sum. Hé ahí el eterno sublime acerca del cual el teatro hará el comentario. »

Por esta y otras razones hablamos hoy acerca de un nuevo poeta americano, que ha ensayado, casi siempre con acierto, los diversos géneros de la poesía.

HERACLIO C. FAJARDO nació el 30 de octubre de 1833, en la villa de San Carlos, departamento del Maldonado, República Oriental del Uruguay. El poeta nos dice :

El Uruguay en conjuncion del Plata

Meció mi cuna con sonoro arrullo.

Las vicisitudes políticas á que estuvo expuesta su familia durante la lucha contra Rósas y Oribe, la hicieron venir á ménos en cuanto á fortuna, y Fajardo solo pudo recibir las primeras nociones de la enseñanza primaria; pero sus padres tuvieron esmerado celo en inspirarle los mas elevados sentimientos de honor y patriotismo.

A la edad de catorce años, para evitar las persecuciones del partido apellidado blanco, el jóven Fajardo fué enviado al Brasil, donde se ocupó de negocios comerciales hasta 1852. Pero sintiendo, como Chénier, bullir algo en su cabeza,

oyendo los cantos de su corazon, contemplando las magnificencias de la naturaleza americana, el poeta se reveló al comerciante y aquel empezó á cantar á los veinte años.

En 1853, Fajardo regresó á su país natal y tomó un fusil para servir en las malhadadas contiendas de esa República. Afilióse bajo las banderas del partido colorado (que dicho sea de paso, no tiene semejanza alguna con el partido que en Nueva Granada se denominó rojo, y que ahogó todas las libertades públicas).

Poco despues recibió un empleo en la Biblioteca pública, y allí se dió al estudio de la literatura y de las ciencias políticas y económicas.

De 1854 á 1857, Fajardo figuró como redactor del Eco de la Juventud Oriental, el Estimulo, el Pueblo, el Recuerdo, el Eco Uruguayo, el Nacional, etc., etc.; siendo autor de varios trabajos biográficos, bibliográficos, históricos. Tambien ha publicado las obras siguientes : « Montevideo bajo el azote epidémico, » la traduccion de la « Historia filosófica de la fracmasonería, » por Hauffmann y Cherpin, la de una preciosa novela histórica del ilustrado literato francés F. Pélissot, y dió á la estampa, costeando de sus erarios la publicacion, las obras poéticas de Cuenca. Mas abajo hablaremos de otras producciones del mismo

autor.

En 1857, Fajardo sucedió en la redaccion de El Nacional al celebrado poeta y publicista Sr. Don Juan Carlos Gomez, que fué desterrado por los blancos. Cuando estalló la revolucion de Montevideo, cuyas causas no nos toca examinar, el nuevo redactor de El Nacional defendia con brío los intereses y el programa de su partido.

Siguió luego la carnicería de Quinteros, triste Ꭹ escandaloso episodio de la historia política del Uruguay: ya Fajardo habia sido desterrado por los ordenadores de esos asesina

tos. Dirigióse á Buenos Aires, y allí siguió consagrándose á la doble tarea de sostener sus creencias políticas y tributar culto á las Musas. Cuando la batalla de Cepeda, Fajardo figuraba como voluntario en los batallones de BuenosAires.

El jóven poeta ha luchado y sufrido mucho en los pocos años que cuenta. En América la vida es una lid sin tregua. En su Cruz de azabache, Fajardo dice:

Si sufrir es vivir, y si los años
Por sus cuitas al ánimo computa,
Yo he bebido hasta el fondo la cicuta
Del cáliz del dolor;

Y abrumado de acerbos desengaños,
Mis tristes dias por mis ayes cuento,
Y ya, cual tú, decrépito me siento,
Cansado y sin vigor!

¿Y qué es la Cruz de azabache? El autor nos dice, en dos líneas de introduccion, que esa leyenda, poema, ó no importa como se designe su obra, « es el primer fragmento de otro libro titulado: Fé, Esperanza y Caridad, cuyas partes el autor se propone dar á luz sucesivamente. Por consecuencia, el título que le corresponde es el de Fé, y el pensamiento filosófico dominante que en él se manifiesta no es mas que una de las bases sintéticas de la obra, de los piés del trípode. »

uno

Como el autor no ha publicado las otras partes de la obra, vano es analizar la que ha dado á la estampa. Solo diremos que hemos comprendido esto: Helio, poeta, siente la necesidad de amar: amó á Ana, que especulaba con el sentimiento; á Maria, que fué inconstante; á Yola, que fué sensual; á Vitalia, que le dispensó verdadero amor y le inspiró la Fé. Pero Helio y Vitalia se amaron sin ser felices,

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