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¡Pinta sus muros y sus altas torres, Pinta ese mar con sus eternas playas, Pinta ese cielo, panorama alegre, Témpano inmenso de carmin y nácar!

¡Pinta, pintor, sus altos cocoteros De tabla enhiesta y cúpula gallarda; Píntalos á la brisa de la tarde,

Meciendo sus penachos de esmeralda !

¡Pinta ese sol, incendio de mi clima;
Pinta ese sol, infierno de mi patria...!
Píntalo en Occidente cuando inclina
Su calurosa frente entre las aguas!

¡Pinta la blanca vela que zozobra
De la ola blanca en la gigante espalda.....
Pintala léjos de la ansiada orilla,
Nube perdida en la extension salada!

¡Pinta, pintor, la flor de nuestros valles, Llena de aroma, pequeñita, enana... Estrella de ese cielo de verdura, Melancólica y triste y solitaria!

¡Pinta tambien en su incansable vuelo Al pintado turpial de nuestras playas, Música sonorosa de los aires,

Voluble lira con plumaje y alas!

¡Pinta nuestras morenas, cuyos ojos Son el infierno de que Milton habla... Ojos de un negro ardiente, tan ardientes Como ese sol que en su mirar irradian!

¡Pinta nuestras morenas! Ay! tú sabes Que de la tuya se quedó en mi patria, De la Andaluza la maligna risa, La venenosa sal de la Asturiana!

Ya ves, artista, que en mi pobre suelo, Si no hallas tanto como allá en tu España, En bellezas y glorias y recuerdos Nada, pintor, á nuestro orgullo falta!

Por eso vanidoso, ofrecer puedo
Para patria del génio esta mi patria :

Sus memorias, sus ruinas, sus grandezas,
Puedes con tu pincel resucitarlas.

« Voy á partir, » « Tu nombre »...... pero no acabaríamos si fuésemos á citar las mejores, son poesías dignas de figurar al lado de las mas hermosas del Parnaso americano. Para no citar más, hé aquí los siguientes cuartetos.

A UNA ZARZA-ROSA.

¡ Cerca, cerca de mí, sobre mi pecho
Pasa tu vida, pesarosa flor...!

¡Postrer regalo que el amor me ha hecho,
No te apartes de mí, no, por favor...!

¡ No te apartes de mí, mientras que dura
Quiera cebarse en mí la adversidad :
Consuelo en el horror de mi amargura,
No me abandones nunca, por piedad !

¡No me abandones nunca, que la suerte
Te unió sañuda para siempre á mí...
Y yo menos cruel, juré quererte,
Vivir unido para siempre á tí.

A tí que aciaga en tu corola escondes

El secreto fatal de mi dolor;
A tí, que fina á mi clamor respondes,
Ultima prenda de mi dulce amor!

A tí, tan solo á tí, de no ¿qué fuera
De mi vida sin tí, flor de pesar?
¿Quién, sino tú, mis ayes recogiera?
¿Quién, sino tú, me ayudaria á llorar?

Tú serás un consuelo en mis pesares,
Bálsamo de mi herida tú serás.....
Y si otra vez entono mis cantares,
Serán por tí, tú sola los oirás.

Yo te daré mis lágrimas por riego,
Mi corazon por lecho te daré.....
Mas si te quema de mi llanto el fuego,
No te enojes, mi flor, no lloraré!

No lloraré, lo juro; ni un suspiro
De mi apretado corazon saldrá.
Tú eres ya el solo bien porque deliro :
Cuidarte solo mi ambicion será....!

Y cuando el grito de la parca fiera
Quiera mi vida y mi dolor matar,
No olvides que mi túmulo te espera,
que debes su cúpula adornar.

Y

¡No lo olvides, por Dios, mi zarza-rosa, Te lo ruego, mi flor, de corazon!

Sé de mi triste y solitaria fosa

La cruz, el lema, la única inscripcion!

Ya se puede juzgar al poeta.

M. de Sainte-Beuve, al analizar las obras de M. Théophile Gauthier, ha dicho:

«En el tiempo actual no se puede impunemente ser poeta; apénas habeis probado que lo sois bien y legítimamente, con brillo y distincion, cuando cada cual os solicita para que dejeis de serlo. La prensa, por todas partes y bajo todas las formas posibles, os sonrie, os incita, os tienta, hasta que al fin os prostituye. Yo solo sé de uno, entre los poetas de este tiempo, que haga excepcion, y que haya resistido hasta lo último á esas tentaciones: es Brizeux. »

No se mostró tan fiel á su prometida, la Musa familiar, el cantor de Calamar, y ya hemos visto con qué calor y con cuán ardiente entusiasmo se lanzó en las lides periodísticas y en aquellas en que habla el cañon.

M. Cuvillier-Fleury, al hablar del gran poeta latino,

ha dicho: «< Bien se vé que esa mano que pulsa la lira ha sabido esgrimir la espada; que esos ramos de flores cubren una cabeza que piensa; que esos ojos mojados de lágrimas han llorado por muy nobles infortunios. »

A Pérez, á quien no tendremos el mal gusto de asimilarlo al gran poeta, porque seria una lisonja baladí, se le pueden aplicar aquellas palabras.

Pérez ha sufrido en nuestras lides políticas, explicables en todo país que aun no ha acabado la ardua tarea de su constitucion definitiva, y en donde los mismos desordenados movimientos prueban el vigor y la fuerza de la juventud que se agita en plena libertad; pero á pesar de esos sufrimientos, seguros estamos de que el bardo no deja de amar á su Patria y de que siempre se halla dispuesto á servirla. El cantor de Cartagena no dirá afeminadamente con Tallemant des Réaux, retratado con tan hábil pincel por el crítico ya citado:

O bien heureux celui qui peut de sa mémoire
Effacer pour jamais ce vain espoir de gloire
Dont l'inutile soin traverse nos plaisirs,
Et qui, loin retiré de la foule importune,
Vivant dans sa maison, content de sa fortune,
A selon ses pouvoirs mesuré ses désirs!

Paris, 1865.

DON JOSÉ RAMON YÉPES.

I.

Aun cuando la buena voluntad nos abunda, no podemos á la vez trazar nuestros esbozos crítico-biográficos de los hombres notables de la América latina: ademas de que las ocupaciones nos abruman, ocupaciones de todo género, en los diversos Estados de la América latina hay mas publicistas, poetas, historiadores, etc., de lo que generalmente se piensa. Por otra parte, es mas difícil procurarse obras americanas que del Celeste Imperio.

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Sin embargo, poco a poco vamos adelantando, y nuestra galería cuenta ya con numerosos cuadros de muy gentiles caballeros, hidalgos por el corazon, republicanos y de alto pensamiento.

Hoy le llega el turno á un poeta de la hermosa Maracaibo, acostumbrado á luchar con las tempestades á fuer de marino de vocacion y de oficio; y ese Alcion que se ha hecho su nido sobre las ondas, canta, no obstante, prestándole sus notas al ruiseñor: tan dulces y melancólicos son sus cantares!

José Ramon Yépes nació en Maracaibo el 9 de diciembre de 1823.

Cuando llegó la hora de seguir estudios sérios, el jóven

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