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en la religion de la iglesia griega cismática, y los de un ministro calvinista; creyeron unos que desea ban establecer la secta de los quietistas, compararonla otros con la de los reformistas y puritanos ingleses; pero ni con una ni con otra debia tener relacion, porque la profetisa hablaba algunas veces de Dios sin hacer mencion de J C.; amenazaba otras con los castigos del cielo, sin decir una palabra del Padre ni del Hijo; en fin, solia anunciar el restablecimiento del reino de Cristo, todo lo cual venia á constituir una teurgia absolutamente nueva. Aun volvió al ducado de Baden, donde habia dejado un gran número de prosélitos, y expulsada otra vez por orden del gobierno, entró la baronesa en los Cantones suizos, escribiendo antes al ministro del gran duque una carta que hizo imprimir á principios de 1817, y en la cual se lee este párrafo singular. «El Señor ordena y á la criatu>>ra toca obedecer: él es quien expli>>cará por qué la debil voz de una »mujer ha resonado ante los pue»>blos, ha hecho doblar la rodilla >>al oir el nombre de J. C, arran>>cado lágrimas á la desesperacion, >>demandado y obtenido el alimen>>to para miles y miles de ham>>brientos. Era necesaria una ma>>dre para cuidar de los huérfanos »y para llorar con las madres....., >>una mujer criada en las mansio»hes del lujo, para decir á los po>>bres que era mucho mas dicho»sa sobre un asiento de piedra, >>sirviéndoles....., uua mujer sen

»cilla y no fascinada por el fal»>so saber, que pudiese confun>>dir á los sábios....., una mu»jer valerosa que, habiéndolo po»seido todo en la tierra, pudiese »decir hasta á los reyes mismos, >>que todo es nada; que derri»>base los prestigios y los ídolos de los salones, ruborizándose de »haber querido brillar por algu>> nos miserables talentos etc. >> Al entrar en la Suiza, se detuvo la baronesa en Basilea, hospedahdose en la fonda del Salvaje, donde practicaba sus ejercicios espirituales á que asistian primero cierto número de personas conocidas por su piedad; pero que despues se hicieron tan concurridos, que no oabian los asistentes en la casa. Estos ejercicios comenzaban por la oracion mental; despues el calvinista Empeytaz pronunciaba un sermon, y concluian con otra oracion verbal que los congregados recitaban por lo regular arrodillados. Terminados estos preliminares devotos, algunos de los concurrentes escogidos obtenian una audiencia particular de la baronesa de Krudner, á la cual se veia en el fondo de una estancia obscura, generalmente de rodillas y vestida como una sacerdotisa. Durante los ejercicios, Valeria tomaba la actitud de una inspirada, y permanecia en el recogimiento y el silencio, observando no obstante con mucha atencion á aquellos entre los asistentes que, por la expresion de su fisonomía y otras muestras exteriores, parecian ofrecerla mayor facilidad para ejercer

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su influencia. Se captó en efecto la voluntad de varios jóvenes y señoras de las principales familias, que manifestaban un loco entusiasmo, y todo lo hubieran sacrificado por la baronesa. Bien pronto los ejercicios públicos y las conferencias particulares pusieron en cuidado á las autoridades del canton, y la prohibieron continuarlos, lo mismo que á su asociado Empeytaz. Obedecieron, no sin haber intentado establecer su culto en las inmediaciones de la ciudad, y pasaron al canton de Arau, donde los nuevos misioneros hicieron tambien un gran número de prosélitos. Los labradores crédulos abandonaban los campos para asistir á sus conferencias: á ellos se unían una multitud de especuladores políticos que examinaban el partido que podrian sacar de aquel entusiasmo, y el gran número de pordioseros que iban á participar de las liberalidades con que la profetisa acompañaba sus sermones. Todas estas causas hicieron que el gobierno suizo diese orden para que no la admitieran en ninguna poblacion, y por último para que la expulsasen del territorio de la república. «Ciertas inquietudes (se dice á este respecto en la Galeria histórica de los contemporáneos), probablemente muy exageradas, pero que parecian sin embargo justificar hasta cierto punto, en aquellos pequeños estados, los peligros que podian resultar de las reuniones de aldeanos, mendigos y vagabundos que aquella novedad atraia, en

una época en que la mayor parte de la poblacion se hallaba atormentada por la mas extrema miseria, la especie de alarma que hacia extender la moderna Sibila, y que se miraba fundadamente como susceptible de obrar grandes efectos sobre la imaginacion de un populacho ignorante y crédulo, fueron las principales causas de la acogida inhospitalaria que en todos los pueblos donde se presentó recibia la baronesa de Krudner por parte de las autoridades locales. Parece que Empeytaz temió las medidas que podrian tomar contra él, y que su celo no llegó hasta el punto de arrostrarlas.» En efecto, Empeytaz se separó de la baronesa, la cual, con imperturbable valor, continuó lo que llamaba su mision religiosa. Sucedía que cuando la expulsaban de un canton pasaba á otro, acompañada de dos ó tres mil crédulos que formaban su cortejo, mientras que otra multitud de indigentes corrian de todas partes á su encuentro, preguntando á todos los pasajeros por la excelente señora que daba dinero cuando enseñaba á orar. Se detenía generalmente en los bosques ó en la cumbre de los montes y, en pie sobre una piedra, arengaba á la muchedumbre y distribuia sus limosnas á los pobres, sin que el frio, la nieve ni la lluvia interrumpiesen nunca sus predicaciones. Su exaltacion religiosa, y el lenguaje que usaba entre sus prosélitos, no fueron las únicas causas que determinaron al gobierno de

la confederacion helvética á hacerla salir de los cantones, Otras circunstancias debieron asimismo contribuir á la adopcion de aquella medida. Se observó que en la casa que habitó por algun tiempo en las inmediaciones de Lucerna, recibia un gran número de cartas, que no la llegaban por el correo ordinario, sino que eran puestas en sus manos por mensajeros particulares, que frecuentemente venian de paises distantes. En pocos meses distribuyó en la Suiza como unos 10000 florines, y habia recibido letras de cambio importantes sumas cuantiosas, destinadas al mismo objeto. Dijose que era agente del partido filosófico, y que los sermones de la falsa profetisa tenian por principal objeto ir introduciendo en los pueblos el espíritu de insurreccion para despues derribar la religion católica, lo mismo que la protestante, y establecer el deismo: ello es que el gobierno helvético temió, como se ha visto, á la baronesa, y ordenó su expulsion, no obstante que sus limosnas eran muy ventajosas á aquel pais donde una gran parte de los habitantes carecia entonces de todo medio de subsistencia. Siempre que la echaban de un canton, la baronesa sacudia el polvo de su calzado, fulminaba su anatema contra los magistrados que la expulsaban, reprendiéndoles por su dureza contra una enviada del Señor, y anunciándoles muchas desgracias y todas las venganzas del cielo irritado. Obligada á salir de Zurich, se volvió hácia

la poblacion, y extendiendo el brazo exclamó: «¡Yo te maldigo, ciu»>dad profana, donde hasta los ni»ños tienen el aspecto de Holo>>fernes!»> Quiso en seguida penetrar en Francia, y aun se presentó en Colmár; pero las autoridades se opusieron á que permaneciese allí. Anunció en fin su intencion de regresar á Rusia, y no tardó en ponerlo por obra, atravesando la Alemania, donde al parecer no excitó otro interés que el de la curiosidad. Alli vió al célebre Kotzebue á quien dijo: «¡Conviértete!» A lo cual contestó: «¡Ya soy demasiado viejo!» y se alejó alzándose de hombros. Pasó por la Prusia y produjo cierta sensacion entre los aldeanos que en muchos pueblecillos se agrupaban á su derredor; pero los agentes de justicia los dispersaban, y las autoridades hicieron de modo que no fuese muy duradera su estancia en aquel reino. Por aquel tiempo sus numerosos acreedores hicieron vender una posesion que la baronesa tenia en Alemania. Entró al fin en su patria, y halló un instante de reposo en una de las propiedades que la quedaban no lejos de Riga: sus comunicaciones con los hermanos moravitas que habitan aquellas cercanías, la detuvieron alli algunos meses; pero bien pronto formó el proyecto de ir á fundar en la Crimea una casa de refugio para los pecadores y los criminales; y murió en Karasou-Bazár el 25 de diciembre de 1824 á los 60 años de edad. Algunos antes apareció un grabado

con el retrato de esta mujer singular y al pie la siguiente inscripcion: Todo mi ser es caridad. = Los principales adictos á la baronesa de Krudner fueron dos jóvenes teólogos: el primero, calvinista, Enrique Luis Empeytaz, de quien ya hemos hecho mencion en este artículo, es conocido como jefe de la asociacion mística que con el nombre de Momiers se extendió por la Suiza: el segundo de Leipsick, llamado Liedner, ha publicado una obra en favor de las opiniones de su maestra con este título: Macbenas. En 1817 se publicó por M. Marigné un folleto en 8.0 contestando al artículo inserto en el Diario de París del 30 de mayo del mismo año, en que se hablaba de la baronesa y contra Bonald. El profesor Krug publicó asimismo sus Conferencias con la baronesa de Krudner, Leipsick, 1818; y en la coleccion de las obras del célebre Bernardino de S. Pedro, publicada en Francia en 1826, se lee una carta importante, de la misma visionaria.

KUTU-KI, mujer de Mergo, jefe de una tribu tártara; se hizo célebre por un acto de venganza practicado hácia fines del siglo XI.-Otro príncipe tártaro lla

mado Naour habia entregado á Mergo en poder de los chinos sus enemigos, que le dieron muerte: es de advertir que el traidor habia solicitado inútilmente la mano de Kutu-Ki antes que se casara con el que habia hecho su víctima. La princesa, despues de haber pasado quince meses de viudez, hizo decir á Naour que si aun conservaba aquel amor que en otro tiempo la habia demostrado, no rehusaria ser su esposa. El tártaro aceptó y Kutu-Ki se dirigió á su tribu, llevando consigo un rebaño de carneros, diez yeguas y varios carros, en los cuales iban ocultos algunos hombres armados. Naour la recibió con grandes demostraciones de alegría; y habiendo bebido con exceso de un licor que la vengativa viuda le presentára, se embriagó completamente. Entonces dió ella la señal convenida á sus gentes; salieron al instante de los carros los hombres armados, é hicieron pedazos á todos los criados de Naour; este príncipe ya habia sido muerto á puñaladas por KutuKi. En seguida se retiró sin obstáculo alguno á su tribu; y ¡cosa extraña! aquella tan sangrienta como terrible venganza fue muy alabada por todos los principes de aquel pais.

LABÉ (Luisa Charly), llamada la HERMOSA CORDELERA: nació en 1526 en la ciudad de Leon de Francia, y se hizo célebre por reunir todos los atractivos de su sexo y la cualidad de un talento cultivado. Su padre la dió una edu. cacion excelente; y era muy joven aun cuando ya hablaba bien el griego, el latin, el italiano y el español: aprendió ademas la música, y tomó lecciones de esgrima, de equitacion y otros ejercicios militares. Era tal su pasion por la gloria, bajo cualquiera forma que se presentase, que se la vió reunirse al ejército que sitiaba á Perpiñan en 1542, esto es cuando solo tenia 16 años de edad; y dió en aquella ocasion tantas pruebas de valor, que no se hablaba de otra cosa que del hermoso capitan Luis. Su padre era emplado en el mismo ejército, y debió morir por entonces, puesto que los escritores no vuelven á hacer mencion de él. Como quiera que sea, sus compatriotas se vieron obligados à levantar el sitio de Perpiñan, y Luisa abandonó el ejercicio de las armas para dedicarse al cultivo de las letras, aficion que fue en ella mas sincera y durable que su pasion caballeresca. Retirada á la ciudad donde habia nacido, se en

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contró bien pronto sin recursos y próxima á la indigencia, cuando un rico comerciante de cuerdas y cables, llamado Enemundo Perrin, la ofreció su mano, que se apresuró á aceptar. Aquella buena fortuna la permitió entonces dedicarse enteramente al estudio y á las bellas artes, y dícese que en una época en que los libros eran tan raros; no obstante el descubrimiento de la imprenta, reunió Luisa en su casa una excelente biblioteca, compuesta de las mejores obras griegas, latinas, italianas, españolas y francesas que se conocían. Su belleza, su notable habilidad para la música, su cultivado talento y sus Poesias la hicieron bien pronto célebre, y su casa llegó á ser el punto de reunion de todos los sabios y literatos que por aquel tiempo se encontraban en Leon. Los soberbios jardines que poseia á la inmediacion de la plaza Bellecur, en una calle que aun se nombra de la Hermosa cordelera, se transformaron en una verdadera academia, y en todas partes el nombre de Luisa Labé fue muy celebrado por los buenos ingenios de aquel siglo. Murió en 1566: su esposo falleció antes y la habia instituído heredera de todos sus bienes.

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