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tes habia cumplido 30 años de edad. El cadáver de esta princesa fue trasladado sin pompa alguna al mismo sitio donde se amonto naban diariamente los de cien y cien víctimas de la revolucion, en la época del terror. La muerte de Luis XVI y de María Antonieta de Austria pudo ser efecto del fanatismo republicano y de una venganza bárbara é infundada por parte de los revoluciona rios; pero la de la princesa Isabel, candorosa, amable, llena de sublimes virtudes, incapaz de causar el menor daño á persona alguna; la muerte de la princesa que habia consagrado todos los instantes de su vida á proteger y practicar los oficios de una buena madre con los franceses de todas clases y condiciones, no puede cohonestarse de modo alguno ni aun por los demócratas mas inge. niosos, y será un baldon eterno, lo mismo para los que la decretaron que para los ejecutores de tan bárbara sentencia. Porque nosotros por mas que nos llene de horror la historia de aquellas sangrientas atrocidades, podemos llegar á comprender que los terroristas, ciegos por el odio que les inspiraba la monarquía, y recelosos de los que habian ocupado el trono, llevasen su fanatismo y su crueldad hasta el extremo de sacrificar aquel rey bondadoso de la Francia, y á la hija de los césares, su esposa : pero no acertamos á comprender, no comprenderemos nunca cómo puede llevarse el furor revolucionario y la

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sed de sangre hasta el punto de ordenar la muerte de una princesa jóven é interesante, cuyas belísimas prendas eran notorias á todos, de la cual nada podia temerse, y cuya vida hubieran respetado hasta los mismos tigres. Apartemos la vista de tan horrorosas escenas, y plegue al cielo que no se copien jamás en la noble y sensata nacion española ! M. Ferrand, magistrado respetable, que despues fue ministro de Estado, dedicó á la memoria de Isabel de Francia un Elogio histórico, obra llena de interés, que se publicó en París, 1814, un tomo en 8.o A continuacion de este elogio se hallan 94 cartas de la princesa que forman, dice nuestro Diccionario histórico, un monumento precioso, donde brilla el candor de sus virtudes, su bello caracter, la amable viveza de su imaginacion, la firmeza de su alma y su excelente disc recion. «Otro homenaje falta á la memoria de Isabel, dice un escritor francés; pero si es permitido adelantar el juicio y prever los sagrados secretos de la religion, » sin duda alguna este nombre augusto que inscribimos con respeto en esta noticia, será colocado en los santos anales donde la iglesia no reconoce mas que ángeles, y donde los cristianos no > encuentran mas que protecto» res.»- Tambien se publicó en Francia, cuando la restauracion, el Proceso de Madama Isabel, donde se vé mas por extenso lo que aquella princesa padeció durante

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su prision, asi como el infame y obsceno interrogatorio con que los terroristas ofendieron el pudor de la virtuosa hermana del monarca francés. Terminare mos este artículo diciendo que, asi como Luis XVI era muy aficionado á las artes mecánicas, su hermana Isabel lo era á las ciencias naturales. Durante su estancia en la quinta de Montreuil, el sabio y respetable Mr. Lemonnier la dió lecciones de botánica, ciencia que la princesa amaba con ardor, y en cuyo estudio hizo rápidos y felices progresos.

ISABEL DE BRAGANZA (Doña María Isabel Francisca de Asis Braganza y Borbon), segunda mujer de Fernando VII, rey de España; hija de Juan VI y de Doña Carlota Joaquina de Borbon, reyes de Portugal: nació en Lisboa el 19 de mayo de 1797, y fue educada con todo el esmero correspondiente á su alta clase. En 1816 se contrató el doble ma trimonio de esta princesa y su hermana Doña María Francisca de Asis, con el rey de España D. Fernando VII y su hermano D. Carlos María Isidro: el rey era ya viu do de Doña María Antonia de Borbon y Lorena, hija de los reyes de Nápoles. Las infantas portuguesas fondearon en Cádiz el 4 de setiembre del mismo año, y al inmediato dia se verificaron las ceremonias del desposorio, emprendiendo en seguida su viaje á Madrid, donde hicieron su entrada pública y solemne el dia 28.Isabel de Braganza, sin ser abso

lutamente hermosa, tenia un semblante franco y amable, y demostraba en él una candidez tan infantil, tan graciosa, que cautivaba el cariño y el respeto de cuantos la veian. Esposa fiel y tierna; amante en alto grado de los españoles; protectora de las artes, de la industria y de los hombres sábios; virtuosa y llena de piedad, sin afectacion; instruida sólidamente; dechado en fin de buenas reinas, tardó bien pocos dias en ser el ídolo del rey Fernando y de todos sus súbditos, sin excepcion, Puede decirse que el corto tiempo de su reinado, fue para la España como la aparicion de un angel de paz, que venia á derramar sus bondades sobre este suelo, destrozado por las revoluciones y las guerras: por desgracia de la nacion española aquella dicha, como todo lo que es grande y bueno, fue de muy corta duracion!

Si hubiéramos de referir aqui todas las bellas cualidades que adornaban á esta reina, y hacernos cargo de sus grandes conocimientos y de lo mucho que la debieron los españoles, necesitariamos sin duda mas ancho campo que el que naturalmente ofrece un artículo biográfico. Nos limitaremos, pues, á decir que hablaba perfectamente cuatro ó cinco idiomas, y poseia en alto grado las habilidades propias de su sexo. Su talento para los árduos negocios de la política era tal, que hemos oido decir á personas bien informadas que, á pesar de sus pocos años, el rey la consultó al

gunas veces, y nunca tuvo por qué arrepentirse de haber adoptado sus consejos. Apasionada á las bellas artes, se decidió por la pintura, y fue su maestro de dibujo el primer pintor de cámara D. Vicente Lopez, cuyo eminente artista nos ha dicho mas de una vez que, si la muerte no la hubiera arrebatado tan tempranamente al amor de sus pueblos, habria llegado á ser muy pronto célebre como pintora. Asi lo dejan tambien conocer los bellisimos dibujos de su mano que posee la Academia de S. Fernando y sirven de originales en el estudio de la calle de Fuencarral. Esta aficion à la mas encantadora de las bellas artes fué sin duda la causa de que Madrid debiese á Doña Isabel la fundacion del magnífico Museo de pinturas, envidia de las córtes extranjeras. En él se ve el retrato de esta soberana, como fundadora, teniendo en la mano un plano que indica ser el proyecto para la distribucion de las salas donde los lienzos debian colocarse. Este excelente retrato es obra de D. Bernardo Lopez, hijo de D. Vicente, y condiscípu lo de Doña Isabel. Con el fin de animar á los alumnos de la misma Academia de S Fernando, repartió por su mano en 1817 los premios que aquella corporacion artística habia adjudicado á los jóvenes mas distinguidos. Otros establecimientos de ciencias, artes y literatura fueron tambien honrados con su alta y efectiva proteccion. Su caridad no conocia lí

mites: era la verdadera madre de los huérfanos y los desvalidos: visitaba las casas de beneficencia y en particular la Inclusa, á donde iba frecuentemente con sus damas, y no se desdeñaba de emplearse algunos ratos en limpiar y empañar por sí misma á los desgraciados niños expósitos. — Para proporcionar trabajo á un sin número de jornaleros que vió desocupados en varios parajes públicos, ordenó Doña Isabel con el beneplácito de su esposo que se emprendiera la obra del embarcadero y adyacencias del canal de Manzanares. En 25 de abril de 1817, el Ayuntamiento de Madrid regaló á la reina un terreno extenso, inmediato al portillo de embajadores: allí se edificó el Casino, que es una de las curiosidades de esta corte, y en el cual se admira un primoroso fresco del ya anunciado pintor de Cámara D. Vicente Lopez, así como varias otras preciosidades debidas á la misma mano de S. M.-Doña Isabel dió á luz en 17 de agosto del indicado año una infanta que se llamó Doña María Isabel Luisa; y no permitió que otra mujer la sirviese de nodriza: muchas veces se vió á esta buena reina en los paseos y aun en las calles, pararse y empañar tambien con sus manos á la real infanta que murió al poco tiempo (el 9 de Enero de 1818). Hízose embarazada segunda vez, y nada indicaba que aquel embarazo nos privase de una de nuestras mejores reinas. Muchos dias

antes de que se acercase el parto, se puso en una de las iglesias de esta córte de manifiesto al Señor Sacramentado, y todos sus habi tantes concurrian al templo y pedian á Dios fervorosamente que concediese á la reina un feliz alumbramiento. Llegó en fin el 28 de Diciembre de 1818: Doña Isabel fue acometida de un accidente que, segun dicen, la privó de la vida á los pocos instantes. En medio de la confusion que produjo semejante desgracia, los facultativos de cámara hicieron lo posible por ver si podian extraer con vida la criatura que la reina llevaba en su seno, y al efecto practicaron la operacion cesárea, pero inutilmente; era una niña y estaba muerta. Entonces corrieron rumores y aun hoy dia estan bastante acreditados entre gran número de personas, de que al tiem po de hacer aquella operacion, la reina dió señales evidentes de que no estaba muerta; si bien falleció al momento, á causa de la incision practicada en su vientre. Excusado será añadir que estos rumores carecen del fundamento necesario para que puedan ser referidos aquí con el caracter de autenticidad. Apenas circuló por Madrid la infausta noticia del fallecimiento de S. M., se vió á todos sus habitantes vestirse de luto y prorumpir por las calles en lamentos: no hay en esto la menor exageracion; las gentes vertian lágrimas de dolor por la pre

matura muerte de Doña Isabel. ¿Y no es, referir este hecho no. torio, innegable, tributar el mejor elogio á su memoria? ¿Expresará mas, por ventura, decir que en ella perdió la España una de sus mas excelentes soberanas, las artes su protectora, los pobres su refugio, y los huérfanos y desamparados su segunda madre?...

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El cuerpo de Doña María Isabel de Braganza fue trasladado con gran pompa al monasterio del Escorial, donde descansa en el Panteon de los infantes.

ISABEL DE SOMMERSET, duquesa de Powis, hija de Eduardo de Sommerset, marqués de Wigorne. Se distinguió por sus grandes talentos y fue nombrada aya del príncipe de Gales, hijo del rey Jacobo II. Durante las turbulencias de Inglaterra sufrió persecuciones injustas y tenaces; pero tambien demostró un valor que admiraron hasta sus propios adversarios. Se retiró á Francia, y murió en S. German de Laya el 21 de marzo de 1691.

ISAURA CLEMENCIA, la fundadora de los juegos florales.-Véase CLEMENCIA.

IS-JE, hija de Tsike-Kugu, príncipe de la sangre imperial del Japon: vivia á fines del siglo IX. Dícese que esta princesa se hizo muy célebre por su saber, y que escribió varias obras que todavía son muy estimadas en aquel imperio.

JACOBINA DE BAVIERA, condesa de Holanda, hija de Guillermo de Baviera, conde de Hainault y de Holanda, y de Margarita de Borgoña: nació en 1401, y siendo niña aun, fue prometida como esposa á Juan de Turena ó de Francia, hijo segundo de Carlos VI, rey de Francia. Celebráronse las bodas en 1415 y poco tiempo despues murió su esposo, segun se cree envenenado por alguna de las facciones que entonces desolaban la nacion vecina. Guillermo de Baviera, que amaba tiernamente á su hija, la hizo volver á Holanda y quiso fijar su suerte. Temia, y no sin fundamento, que á su muerte Jacobina encontraria un perseguidor y un rival en su tio Juan de Baviera, que se obstinaba en no ordenarse, á pesar de haber sido electo arzobispo de Lieja. Convocó, pues, los estados generales, que reconocieron á Jacobina como legítima y única heredera de los tres condados, y como tal la prestaron juramento. Algunos dias despues murió Guillermo, y el duque de Borgoña, tio materno de Jacobina, la hizo reconocer por condesa de Hainault. En Holanda se ofrecieron grandes obstáculos para su reconocimiento; pero al

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fin todas las ciudades, menos la de Dordrecht, la admitieron por soberana. Entonces el ambicioso Juan de Baviera, como lo habia presentido su hermano Guillermo, renunció al estado eclesiástico, fue á la ciudad rebelde y sostenido por una poderosa faccion que le proclamó ruward (conde protector), disputó á su sobrina la soberania. Esta guerra civil se hizo mas encarnizada cuando Jacobina casó con Juan IV, duque de Brabante, segun los deseos de su padre, aunque estaba muy lejos de amarle. Juan de Baviera por su parte pidió al emperador Sigismundo la mano de Isabel de Luxemburgo, su prima, firmando un tratado muy conveniente para el imperio, y en virtud del cual recibió algunos auxilios que le pusieron en el caso de sostener la guerra sin desventaja hasta que se hizo la paz en 1419. El duque de Brabante comenzó desde entonces á oir los consejos de sus aduladores y tratar mal á Jacobina: el de Baviera faltó al tratado de paz y volvió á encenderse aquela guerra en que el esposo de la condesa se condujo tan torpe y cobardemente. Refugiada Jacobina en Inglaterra, y despues de haber pretendido la anulacion de su

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