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confianza que habia depositado en habia depositado en el conde-duque de Olivares. Conocia bien todas las consecuencias de aquel descuido y lamentaba el estado á que el primer ministro iba reduciendo el poder de España, poco antes tan formidable. Llegó el año 1640: perdimos el Portugal; estabamos en guerra con la Francia; la Cataluña se hallaba en abierta insurreccion, y habia motivos para creer que en otras provincias se rebelasen asimismo sus habitantes: la España en fin caminaba rápidamente á su ruina bajo la malhadada direccion del conde-duque. La reina no pudo sufrir mas, y un dia, tomando de la mano á su hijo de tierna edad, el príncipe D. Carlos, entró en la cámara de D. Felipe y le dijo con energia: Hé aqui nuestro hijo » único: está amenazado de llegar á >> ser el caballero mas pobre de la . Europa, Señor, si no apartais de » vos al ministro que ha puesto la »monarquia al borde de su rui»na. Olivares fue en efecto destituido, y aquel primer golpe de influencia de la reina hizo que los españoles la amasen mucho mas. Contribuyó tambien eficazmente á levantar el ejército de 50,000 hombres, con el cual pudo contenerse la decadencia absoluta de esta desgraciada nacion. Doña Isabel enfermó de una erisipela maligna, y murió en Madrid el dia 6 de octubre de 1644, á los cuarenta y un años de edad y veinte y tres de reinado. El sentimiento fue tan grande (dice el P. Florez), que andaban por las calles de Ma

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drid dando gritos, sin encontrar consuelo, como que cada uno perdió el que hallaba en semejante madre. El cuerpo fue llevado al Escorial, con la pompa acostumbrada, pero con dolor extraordidinario. En efecto los españoles sintieron mucho la muerte de aquella reina, y no fue menor el sentimiento de Felipe IV, que comprendió demasiado tarde la incontestable superioridad de su esposa. Isabel de Borbon dejó dos hijos; el príncipe D. Carlos, que la sobrevivió poro tiempo, y la in fanta Doña Maria Teresa, que ca só con el rey de Francia Luis XIV.

IBABEL FARNESIO, reina de España, hija única del príncipe de Parma, Eduardo III, y de Dorotea Sofia, condesa palatina del Rhin y duquesa de Baviera; nació en 25 de octubre de 1692. La naturaleza la habia dotado con todos los atractivos que pueden hacer amable á una mujer; extraordinaria belleza, circunspeccion, ingenio vivo y penetrante, y otras muchas prendas, á cual mas recomendables. Su educacion correspondió á su alto nacimiento y á las felices disposiciones que desde sus primeros años manifestó para el estudio de las ciencias y las artes; y se conocen muchos hombres à quienes se da el honroso título de sabios que, en verdad, no reunirian la suma de conocimientos que adornaban á Isabel de Farnesio: baste saber que estudió con mucho aprovechamiento gramática, retórica, filosofia, geografia, astronomia, historia, música y pin

ciudad que tributaba sus obsequios y homenaje á la nueva soberana. Cuatro dias despues salió para Madrid, y el rey se adelantó á Guadalajara, donde la recibió con las demostraciones del mas afectuoso y sincero cariño, ratifican. dose y consumandose el matrimonio el dia 24 del mismo mes. El 27 hicieron los monarcas su entrada pública en Madrid, y todos sus habitantes aclamaron y admiraron á la nueva y deseada reina. «Desde luego (dice el maestro >>Florez en sus Memorias de las »Reinas Católicas) empezó su >>Magestad á manifestar las benig>>nas influencias con que habia de >>>fecundar la monarquia vaticinadas »>desde antes de llegar á Madrid, »cuando con heroica resolucion li

tura, las lenguas latina, francesa, española y toscana; costumbres de naciones y hechos de personajes célebres; y sobre todo, las grandes máximas de religion y de moral. Si á esto se añade que era heredera de les estados de Parma y Plasencia, con derecho inmediato al de la Toscana, nadie extrañará que se mirara en aquel tiempo el matrimonio con esta princesa, como uno de los mas convenientes y ventajosos que podian contratarse entre las familias reinantes de toda la Europa. En febrero de 1714 murió Doña Maria Luisa de Saboya, esposa del rey de España D. Felipe V, y pocos meses despues, este monarca comisionó al cardenal Aquaviva para que pasase á la corte de Parma á pedir la mano de la princesa Isa-bertó el palacio de la gran servibel, con facultades para contratar el casamiento: contrato que quedó bien pronto concluido y se publicó en Madrid en 14 de Agosto del mismo año. En 16 de setiembre siguiente, D. Felipe dió sus poderes al duque de Parma para que en su nombre se despos se con la princesa, como se ejecutó con tanta pompa y magnificencia que, para describir la ceremonia y las brillantes fiestas con que se celebró, hubo de publicarse un tomo en folio de excelente impresion, adornado con preciosas láminas El 22 del mismo setiembre salió Doña Isabel de Parma para España, y llegó el 11 de diciem bre á Pamplona, donde fue recibida con grandes aclamaciones y festejos, como que era la primera

»>dumbre en que le tenia puesto »>una ambicion (1) á cuya sombra se »habian levantado nubes de varias »>turbaciones, no menos que en los »>tribunales de la Sta. Inquisicion y »>de Castilla: pero todo se calmó

luego que entró su Magestad en »este cielo; y por cuanto el minis»tro Orri habia tenido alguna par»te en las des zones, dispuso su »Magestad que saliese de España, y »>las cosas tomaron un curso de tan »>pronta tranquilidad, que casi ex»cedia á la esperanza. A estas pre«rogativas que arrebataban la com» placencia de los va allos, se juntó

otra de empezar S. M. á dar ma»yores seguridades al trono por

(1) Alude á la princesa de los Ursinos, que fué desterrada.

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>>>medio de la sucesion varonil; pues >>en 20 de enero de 1716 dió áluz >>un infante, para quien Dios tenia >> reservada la corona y el adelanta»>miento de estos reinos. Este fue >>su primogénito, nuestro católico >>monarca D. Cárlos III. » En 1718 dió tambien á luz á la infanta Doña María Ana de Vitoria, que llegó á ser reina de Portugal, y tuvo despues varios otros hijos, cuyos nombres indicaremos al final de este artículo. En 1724 Don Felipe V renunció la corona de las Españas en favor de su hijo D. Luis, y se retiró con Doña Isabel á vivir sin pompa ni ostentacion al real sitio de S. Ildefonso, que debió á aquel rey su fundacion. Se admiró particularmente la resignacion de la reina, que haIlándo e en la fuerza de su juventud, ó como dice el mismo maestro Florez «en las circunstancias de una robusta edad de treinta y un años, de tener hijos y poder tener mas, á los cuales dejaba en manos de quien no lo era suyo, dió un inaudito ejemplo de grandeza de espíritu y de amor á su real consorte.»-D. Luis de Borbon murió en 31 de agosto del mismo año, y como no dejaba sucesion, dispuso en su testamento que volviese la corona á su señor padre. E te deseo, las representaciones del marqués Miravál, presidente del consejo de Castilla, y los i formes de los mas graves y famosos jurisconsultos, unidos á los inconvenientes que podían sobreve nir al reino en la menor edad del príncipe D. Fernando, decidió á

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que

los reyes á ocupar de nuevo el trono, con grande alegria de los españoles. Al poco tiempo se firmó la paz entre las cortes de Viena y Madrid, despues de la desastrosa y larga guerra de sucesion. La España comenzaba á disfrutar otra vez una época próspera y gloriosa, cuando en 9 de julio de 1746 murió Felipe V casi repentinamente. El desconsuelo de Doña Isabel habia vivido con su esposo en la mejor y mas cariñosa armonía por espacio de treinta y un años, no se puede describir; baste decir, que se retiró á San Ildefonso donde fue conducido el cuerpo de su esposo, y alli vivió por mas de 13 años, retirada tan rígidamente, que el padre Florez asegura haber sido «su encerramiento, superior al de las religio sas mas austeras. » Los habitantes de aquel real sitio tuvieron muchos motivos para bendecir, memoria de aquella reina, que fue durante mucho tiempo su verdadera madre.-D. Fernando VI, que habia reinado desde la muerte de Felipe V, falleció en 10 de agosto de 1759; y como su her-, mano y legítimo sucesor D. Carlos III se hallaba ausente en el reino de Nápoles, Doña Isabel de Farnesio hubo de volver á esta corte como reina madre y gobernadora, por testamento del difunto soberano, y comision del Rey católico su hijo. Entró, pues, en Madrid en la tarde del 17 del mismo mes y año, y fue recibida por sus habitantes con grandes aclamaciones y muestras

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de verdadero amor. Como gobernadora del reino, dictó un sin número de providencias utilísimas para sus súbditos. Llegó finalmente el tan deseado dia de ver entrar en la corte á su querido hijo primogénito D. Cárlos, lo cual se verificó el 9 de diciembre de 1759, y aun tuvo el consuelo Doña Isabel de pasar algunos años con aquel monarca que debia llevar la España á un grado de esplendor en que acaso no se habia visto jamás. Murió esta reina en Aranjuez el dia 11 de julio de 1766 á los 75 años de edad; dos dias despues fue condu cido su cadáver al real sitio de S. Ildefonso en cuya iglesia colegial descansa en un magnífico sepulcro al lado del de Felipe V.

«Isabel de Farnesio (dice el caballero Artaud en su Historia y descripcion de la Italia) elevada al trono español, favorecida del cielo que la concedió una posteridad numerosa, llamada al gobierno del estado, dominaba á su esposo, pero le dominó bien. Hizo que á un mismo tiempo la admirasen y respetasen todos los sobe ranos; supo reparar las pérdidas que su corona habia experimentado por el tratado de Utrecht; ensayó muchas veces recuperar la llave del Mediterráneo y volver al dominio de España la terrible fortaleza de Gibraltar; y lo mismo por sus consejos que por su energía, llegó á hacer que cambiase el sistema de la Europa. »> - No es tan solo Doña Isabel de Farnesio célebre como gober

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nante: tambien lo es como artista; y el Sr. Cean Bermudez la dá un lugar en su Diccionario histórico de los mas ilustres profesores de las bellas artes en España, como pintora, é indica algunos de los cuadros que ejecutó y se hallaban á principios de este siglo en los salones del palacio de S. Ildefonso.- Con razon se dice que es digna de notarse la real posteridad del Isabel de Farnesio: hé aquí como nuestro Diccionario histórico señala sus hijos refiriéndose sin duda á las Memorias de las reinas católicas: «Primero Cárlos III, nacido en 1716, duque de Parma en 1751, rey de Nápoles en 1754, y de España en 1759: segundo, Francisco, infante de España muerto en 1717: tercero, María Ana Victoria, nació en 1718, reina de Portugal en 1729: cuarto, Felipe, que nació en 1720, y fue duque de Parma en 1749: quinto, María Teresa, nacida en 1726 y delfina de Francia en 1745: sexto, Luis Antonio Jaime, nació en 1727, infante de España, cardenal y arzobispo de Toledo; y séptimo, María Antonia Fernanda que nació en 1729 y en 1750, casó con Victor Amadeo III, duque de Saboya y rey de Cerdeña. >>

ISABEL CRISTINA DE BRUNSWICK WOLFENBUTTEL, reina de Prusia, hija del duque de Brunswick-Wolfenbuttel; nació en 1715, y casó en 1733 con el príncipe real de Prusia, despues Federico II, llamado cl

Grande. Esta princesa que no habia recibido de la naturaleza ni el brillo de la hermosura ni el don de un talento superior, se hizo sin embargo amar de los prusianos por la dulzura de su caracter y por sus grandes é incontestables virtudes. El mismo Federico respetó siempre sus principios religiosos, y la trató constantemente con las mayores consideraciones. Mad. Mongelláz re trata de un modo superior á Isabel Cristina en estas breves lineas: «Privada de los talentos que seducen y del genio que subyuga, interesaba sin embargo á cuantos se la acercaban por las cualidades del alma y los atractivos de su caracter. Ningun pensamiento de orgullo ni de vanidad pudo jamás alterar su dulzura, su modestia, ni amortiguar su activa caridad. Todo su placer consistia en hacer bien (1) y

(1) Eh! ¿quién, pues, tendria piedad de él si yo le abandono? decia esta buena reina, hablando de su gentil-hombre de cámara el baron de Meller, jugador incorregible, que todo lo habia perdido, fortuna, crédito y amigos. Y para ponerle al abrigo de la miseria á que sin cesar le exponia tan funesta pasion, le retuvo sus sueldos. Isabel misma le buscó una habitacion y eligió sus criados; proveia igualmente á su manutencion, guarda-ropa, etc. etc.; hacia que todos los meses la entregasen las cuentas de los gastos hechos, las saldaba despues de haberlas revisado cuidadosamente, y procuraba que aun le

cultivar su talento. Tradujo en francés las poesias sagradas y el curso de moral de Gellert, sábio tan distinguido por sus virtudes, como por sus conocimientos. Federico, que se habia casado con ella por obedecer las órdenes terminantes de su padre, pero cuyo corazon palpitaba ya por otra, nunca la amó; mas la manifestó una adhesion profunda y una confianza sin límites. Tened entendido, escribia á su médico durante una enfermedad de aquella excelente reina, tened entendido que se trata de la persona mas querida, de la mas necesaria al Estado, á los pobres y á mi. Se complacia en rodearla de consideraciones y homenajes: Isabel era la que recibia á los ministros, los generales, los cortesanos, los embajadores, y áquien se presentaban los extranjeros; nada, sin embargo, excitó jamás su orgullo ni su ambicion. Siempre extraña á los negocios y á las intrigas, nada turbó la calma de su espíritu; y la corte que presidia fue sencilla, uniforme y tranquila. Económica por aliviar á los pobres, distribuía entre ellos con prodigalidad todo cuanto ahorraba con circunspeccion de sus gastos personales, y Federico á pesar de su irreligiosa filosofía, respetó constantemente en su esposa aquellos principios severos, aquella piedad angelical, orígen

sobrasen algunos escudos para sus caprichos. Este acto de tan rara bondad duró hasta la muerte del baron.

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