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venganza que pasó por su imaginacion, fue pagar con otra la infidelidad de Antonio. Octavio era jóven y de agradable figura; Fulvia le ofreció indirectamente sus favores; pero tenia ya bastante edad y la naturaleza se habia mostrado con ella muy mezquina en la concesion de aquellas gracias que necesitan ciertas mujeres para inspirar el amor: en una palabra, su caráter y su figura repugnaban á Octavio, y claro es que no correspondió á los deseos de Fulvia. Llegó esta á imaginar si seria timidez lo que no podia dudarse era desprecio; y entonces, faltando á todas las leyes del pudor, declaró francamente al jóven Octavio su pasion, y á pesar de su friaidad le perseguia de continuo con su repugnante amor. Ya no pudo Octavio tolerar mas y la hizo comprender que perdia su tiempo fnutilmente; pero como ni aun esto bastase para verse libre de sus importunidades, probó el medio de ponerla en ridículo y al efecto compuso y distribuyó entre sus amigos tres dísticos que pronto fueron conocidos por todos los habitantes de Roma, y cuyo sentido es el siguiente:

« Fulvia quiere que yo sufra »la pena de las infidelidades de »su esposo Antonio con Glafira; »quiere que sea su amante. ¡Yo namante de Fulvia! Tengo el gusnto muy delicado para correspon»derla. Con una mano me ofrevce su corazon y con la otra

la guerra: su fraldad me espan»ta mucho mas que la misma »muerte: tocad al arma. »

En verdad que fue excesivamente duro este castigo que Octavio impuso á la perversa Fulvia; cualesquiera que fueran los crímenes y los defectos de esta, no podemos aprobar la imprudencia del jóven triunviro, como hacen otros escritores, ni extrañamos que la pasion amorosa de aquella terrible mujer, viéndose hecha la burla de Roma, se convirtiese en odio implacable, jurase perderlo, y diese orígen á la sangrienta guerra civil que se suscitó en seguida. A este poderoso motivo de irritacion debe añadirse el que producia en Fulvia la noticia de que Antonio, despues de abandonar á Glafira, se habia enamorado perdidamente de la reina de Egipto. Propúsose pues arruinar á Octavio y trastonarlo todo, dejándose dominar por la idea de que un gran desorden atraeria á su lado á su esposo encadenado en Egipto con los halagos de Cleopatra. A este efecto se unió con el cónsul Lucio, hermano de Antonio, el cual comenzó por pedir para el ejército de este una parte de las tierras que Octavio distribuia al suyo; despues formó seis legiones de hombres descontentos, y ambos intrigaron lo bastante hasta encontrar un pretexto para declarar la guerra. Ni las súplicas del senado y de los patricios mas distinguidos, ni la intervencion de los veteranos

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pudieron disuadir de su empeño á Lucio ni á Fulvia. El primero se introdujo con sus fuerzas en Roma, de la que se hizo dueño por algun tiempo: proponiase ademas ir á la Galia; pe ro las circuntancias le fueron tan adversas, que hubo de encerrarse en la plaza fuerte de Perusa, porque Octavio, apurados ya todos los medios de conciliacion, aceptó la guerra y puso sitio á aquella ciudad. Fulvia sin embargo, dicen todos los historiadores, que mostró una fuerza y un valor superiores á su sexo; -pues se presentó al frente de las tropas con la espada ceñida, y las arengaba provocándolas á la lid. A pesar de todo Octavio venció á Lucio; le obligó á entregarse, y fue bastante generoso para perdonarle la vida. Fulvia avergonzada y furiosa huyó de la Italia y halló en Atenas á su esposo que la reprendió su infame conducta, la colmó de injurias, y la ordenó que se restituyese á Roma. No lo hizo asi, porque irritada por los celos y el deseo de venganza, enfermó en Sicione y murió el año 712 de la fundacion de Roma, siendo execrada su memoria por sus contemporáneos y mas aun por

las generaciones que la han sucedido.

FULVIA, cortesana romana, amante de Quinto Curio, baron consular y cómplice de Catilina. Le arrancó el secreto de la conspiracion y dió conocimiento á Ciceron del proyecto de los conjurados, salvando asi la república. Dedicamos estas líneas á la amante de Curio para que no se la confunda con la esposa de Marco Antonio.

FUSCA (santa), vírgen y mártir de Ravena, en tiempo del emperador Decio. Habiendo descubierto el gobernador ó presidente Quinciano que profe: aba la religion cristiana esta virtuosa doncella, hizo que la prendiesen asi como á santa Maura, su madre de leche. Empeñado aquel tirano en obligarlas á rendir adoraciones á los ídolos, las hizo padecer varios y muy crueles tormentos; hasta que penetrado de la ineficacia de tantos suplicios, pues siempre confesaban la verdadera religion con mas ardor, ordenó que las quitasen la vida: los verdugos las atravesaron entonces con su espada. Se celebra la fiesta de estas santas el dia 13 de febrero.

T. II.

8*

G

GABRIELA DE ESTRÉES. que se hallaba en Roma, y des

Véase ESTRÉES.
GABRIELA DE VERGY.:

Véase VERGY.

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GABRIELLI (Catalina), célebre cantatriz italiana; nació en Roma en 12 de noviembre de 1730. Es tan completo y de tanto interés el artículo que se dedica á la famosa Gabrielli en nuestro Diccionario histórico, que no podemos resistir al deseo de copiarle. Dice asi: «Su padre, cuyo nombre se ignora, era cocinero del principe Gabrielli. Prendado este de haberla oido cantar un dia siendo muy niña, la hizo repetir en su presencia varias tonadas que sabia de memoria y que le dejaron mas y mas encantado. Tenia entonces Catalina catorce años, era muy viva, linda y graciosa; el príncipe se encargó de su educacion: tuvo por primer maestro de música al famoso español García (1),

(1) El redactor de este artículo del Diccionario histórico debe haber padecido una equivocacion en el apellido de este maestro, ó será tal vez algun error de imprenta. El famoso tenor español Manuel Garcia nació en Sevilla en 1779: hasta 1801 no hizo su primera salida al teatro de Madrid, y aun

pues al célebre Pórpora que la perfeccionó en el canto. Daba el príncipe frecuentes conciertos en su casa para que oyesen sus amigos aquella maravilla, y á poco tiempo solo se hablaba en la ciudad de la cochetta de Gabrielli (la cocinerita de Gabrielli), de donde tomó para siempre este último apellido. En 1747 salió al teatro por primera vez en Luca, en clase de primera bufa, en la ópera de la Sofonisba, de Galuppi, donde fue muy aplaudida. Despues de haber recorrido muchos teatros de Italia pasó á Nápoles en 1750, y alli salió por primera vez en la ópera de la Dido, de Metastasio, causando tal admiracion en la famosa aria de Son regina è son amante (yo soy reina y soy amante), que fijó para siempre la alta reputacion de que ha gozado en adelante. Metastasio se apresuró entonces á hacerla pasar á la corte de Viena,

se pasó bastante tiempo antes de que emprendiese su viaje á Italia: de modo que, lejos de haber podido dar lecciones de música á Catalina Gabrielli, hacia cinco años que esta habia muerto cuando nuestro compatriota recibió los primeros aplausos en Madrid.

donde Francisco I la declaró cantora de cámara, y solamente iba al teatro cuando Gabrielli cantaba. Adelantó extraordinariamente con las lecciones de Metastasio que la perfeccionó en la declamacion, y llegó á ser el objeto de todas las conversacio.nes de Viena. A causa de su carácter veleidoso se vió expuesta á un incidente muy desagradable en aquella capital. Es el caso, que el embajador de Francia la obsequiaba al mismo tiempo que ella admitia secretamente los obsequios del embajador de Portugal, cuya generosidad la habia suministrado una parte de las grandes riquezas de que ella gozaba. Cada uno de los dos amantes se creia solo; pero el francés sospechando al fin que era vendido, halló medio para ocultarse en un sitio secreto de la casa de su amante, y no tardó en ver salir un rival del retrete de la Gabrielli: arrebatado de celos se arrojó hácia ella y la hubiera traspasado con su espada á no ser por la resistencia de una fuerte cotilla que lle vaba puesta, de modo que solo recibió una leve herida. El francés volviendo en sí se echó á los pies de la Gabrielli pidiéndola perdon de su arrebato, y ella se lo concedió bajo condicion de entregarle la espada. La intencion de la cantarina fue conservar este trofeo y hacer grabar en él esta inscripcion: Espada de M.... que se atrevió á herir á la Gabrielli, tal dia.... &c.; pero el

embajador interesó á Metastasio en este negocio, y asi pudo conseguir el recobro de su arma. Despues de haber ganado en Viena sumas inmensas, pasó Gabrielli en 1765 á Palermo, donde produjo su talento el mismo entusiasmo que en todas partes, y donde dió tambien á entender su carácter caprichoso. Daba el virey un convite de etiqueta al que convidó á la Gabrielli; llegó la hora de comer, y no habiendo parecido la cantarina, envió el virey á uno de sus ayudas de cámara á decir que todos la esperaban. Hallóla el mensajero leyendo tra quilamente, y á pesar de las instancias que la hizo, no quiso salir de casa pretestando que se hallaba indispuesta. Fue por la noche al teatro donde cntó de mala gana y siempre en voz baja, por lo cual el virey, ya incomodado del desaire que acababa de hacerle, la envió un recado amenazándola con la carcel sino cantaba bien. «Me hará gritar, dijo al enviado; pero cantar, jamás.» Concluida la ópera la pusieron presa en la carcel pública, aunque con todas las consideraciones que pudieran tenerse con una persona de la mas alta distincion. Durante doce dias que permaneció encerrada dió grandes comidas, pagó las deudas de todos los presos y distribuyó mucho dinero en limosnas. Por la noche hacia reunir en su aposento todos los encarcelados y les cantaba lo mejor que sabia, esmcrándose cuarto podia. Estaban todos tan

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encantados de oirla, que aunque muchos de ellos hallándose presos únicamente por deudas y estando satisfechas, podian salir de la carcel, no quisieron verificarlo mientras la Gabrielli permaneció en aquel lugar, que por sus larguezas, su magnificencia y su canto se habia transformado en una mansion encantada. El virey vióse precisado á ceder á los deseos del público, y cuando la Gabrielli salió de su prision la esperaban á la puerta una multitud de pobres que la acompañaron en triunfo hasta su casa. En 1767 se presentó en la corte de Parma, y el infante D. Felipe quedó tan ciegamente enamorado de la famosa operista, que la disimulaba todos sus caprichos. Atormentábala no obstante con los mas ciegos celos, en tal manera, que solia tenerla encerrada durante muchos dias en su casa en una estancia cuya Ilave se guardaba. Una noche como tenia de costumbre, se propuso no cantar en un momento en que el infante estaba furioso de celos de un lord inglés que habia hecho suntuosas proposiciones à la cantarina. El príncipe aprovechándose del primer pretexto mandó ponerla en la carcel al dia siguiente, y al entrar en ella Gabrielli quedó admiradísima de encontrar alli una habitacion adornada con tapices los mas magnificos, muebles suntuosísimos y un gran número de criados prontos á obedecer sus órdenes; era esto un rasgo

caballeroso del infante que fue en breve á visitar de incógnito á la prisionera, quien mostrándose muy resentida de su encierro, solo á fuerza de ruegos consiguieron que saliese de él. Para eximirse de los celos del infante se fugó de Parma en 1768 y fue á Rusia, donde hacia mucho tiempo que la esperaba Catalina II. La emperatriz quiso verla inmediatamente que hubo llegado, y al tratarse de señalar su haber ó renta, pidió la Gabrielli diez mil rublos.- « No »>pago tanto á mis feld-marisca»les.» «Muy bien, respondió »>la Gabrielli, haga V. M. cantar »á sus feld-mariscales. » Permaneció muchos años en Petersburgo, donde gozó siempre de la proteccion de Catalina, y recibió los mas grandes honores. Volvió á Italia cargada de diamantes, y su cartera llena de letras de cambio, de modo que llegó á fundarse una renta equivalente. á ochenta mil reales al año. Asi podia pasar su vida cómodamente sin necesidad de presentarse en el teatro; pero la vanidad podia en ella mas que las riquezas. En 1777 cantó en Viena en el teatro de San Benedictino con el célebre Paggiarotti que el primer dia se tuvo por perdido al cantar con ella. Ejecutó un aria con tal gracia y maestría, que Paggiarotti admirado se escondió entre los bastidores gritando: «¡Povero me! ¡povero mel questa è un portento.» «(Pobre de mít.... esta es un prodigio).»>

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